ENTREVISTA A FONDO

Edgardo Moreira, reflexivo: "Tengo 70 años y no me arrepiento de nada de lo que viví"

El actor protagoniza Come from away (Un mundo sin fronteras), en el Teatro Maipo, donde brilla en un musical que no le da respiro. En lo personal lleva 17 años en pareja con una abogada llamada Josefina, tiene cuatro hijos, cuatro nietos y está en armonía tras su mediática separación de Noemí Alan

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Actor, director, cantante y profesor de teatro, Edgardo Moreira (70) tiene una vasta trayectoria artística tanto en televisión como en teatro y cine. Egresado del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, tuvo numerosas nominaciones en premios como el Trinidad Guevara, el ACE, el Florencio Sánchez y el María Guerrero. El público lo recuerda por programas como Montaña Rusa, Campeones, Ricos y famosos, Dulce amor, Valientes, Los únicos, Farsantes, Guapas, Golpe al corazón y Las estrellas, por citar algunos. En cine se destacó en Mala yunta, La venganza de un soldado, La guerra de los magos, Muerte blanca y Lectura según Justino, mientras que sobre las tablas participó en obras como Despertar de primavera, Aquí no podemos hacerlo, Juancito de la Rivera, Humores que matan, Guayaquil, El invernadero, El ocaso de un estafador, Un enemigo del pueblo, Príncipe azul, Cabo verde y El fixer, entre otros títulos.

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Actualmente, Moreira está haciendo en el teatro Maipo el aclamado musical de Broadway Come from away (Un mundo sin fronteras), con producción de The stage company. En diálogo con Pronto, el actor contó que viene de días muy agitados. “Los ensayos de Come from away fueron de siete horas diarias, desde las 14.30 hasta las 21.30 de lunes a sábados, así que fue todo muy intenso porque la obra tiene texto, canto y baile. Fue muy exigente el armado de este espectáculo en particular porque no tengo tanta experiencia en obras musicales: hice Aquí no podemos hacerlo hace como 40 años y luego Rosaluz hace 30 pero no mucho más. Además, Come from away es particularmente dificultoso porque somos 14 personas que estamos todo el tiempo sobre el escenario y se arma y desarma el escenario a la vista del público, con actores que entran y salen continuamente”, relató Edgardo.

-Perdón, ¿y además de todo esto seguís dando clases de teatro?

-Sí, claro, en mi taller que se llama La casa de Moreira. Pero los lunes tuve que levantar las clases hasta pasado el estreno porque no me daban los tiempos para llegar. Era imposible. Los ensayos fueron realmente muy intensos y teníamos que estar todos sí o sí. El 4 empezó la venta de entradas y ahí comenzaron las primeras funciones.

-¿Vos mismo das las clases?

-Sí. Nunca tuve profesores adjuntos porque creo que la comunicación con el alumno tiene que ser directa. El rapport que se establece entre un alumno y el profesor no es transferible. Siempre fui enemigo de eso. Empecé a dar clases en el año 77 así que son más de 40 años de dar clases. He dado también a algunas instituciones pero por lo general siempre fue en mi casa con alumnos.

-¿Esta es tu vuelta al musical después de 40 años?

-Sí. Me presenté a un casting y quedé. Tres años antes de la pandemia empecé a tener la fantasía de querer volver a cantar y estar en contacto con el musical. Hice dos espectáculos, Príncipe azul y El fixer, en los que empecé a cantar pedacitos de canciones. Antes de la pandemia, se estaba haciendo el casting para el elenco de Come from away y yo estaba tomando clases de canto con Sebastián Mazzoni. El me dijo que me presentara al casting y fui. Me mandaron un texto y una canción por mail, fui a la audición y estaba la directora, Carla Calabrese, con el coreógrafo Agustín Pérez Costa. Me tomaron y me ofrecieron el personaje del alcalde, que es hermosísimo.

-¿Cuál es tu rol en la obra?

-La obra está basada en un caso real y los personajes son reales, existen en la realidad. Todo transcurre en un pueblo llamado Gander, en Canadá, donde había un gran aeropuerto que funcionaba en el siglo XX para reabastecer de combustible a los aviones cuando venían desde Europa o más lejos. Paraban ahí, cargaban combustible y seguían para el resto de América. Cuando los aviones empezaron a tener autonomía, ese aeropuerto quedó en desuso. Pero cuando fueron los ataques terroristas a las Torres Gemelas, comenzaron a derivar a todos los aviones que llegaban a Nueva York porque no sabían lo que estaba pasando.

-¿Y qué sucedió?

-En ese pueblo, donde viven dos mil personas, de pronto les cayeron siete mil en los aviones de todas partes del mundo, con distintas razas, lenguajes y religiones. Todos asustados, sin saber qué pasaba y nadie entendía por qué estaba cerrado el espacio aéreo americano. No existían tampoco las facilidades de comunicación que existen hoy en día. La obra cuenta los cinco días en donde el pueblo de Gander, y ahí aparece mi personaje del alcalde Claude, organiza a todo el pueblo para recibir a esta gente y atenderlos, darles de comer, alojarlos y atender a siete mil personas que caen del cielo. Esta peripecia es la que cuenta la obra. Los actores nos multiplicamos en más de 50 personajes que van apareciendo y desapareciendo en distintos momentos.

-Por lo que contás, la obra no para un minuto.

-No se detiene, no tiene intervalo y los cuadros se suceden a la vista del público, con sorpresas escénicas que no voy a contar para no spoilear. Hay una inversión muy grande en el escenario, que después va a quedar para el teatro. Y eso permite muchas posibilidades que antes no tenía el Maipo. Hay cinco músicos en escena que tocan en vivo; es una producción gigantesca.

-¿Te exige mucho a nivel físico?

-Sí. Estoy muy entrenado y desde hace tres años salgo una hora por día a caminar. En pandemia lo hacía adentro de mi casa y luego iba al Parque Chacabuco, que me queda cerca. Todos los días caminaba 15 mil pasos, que me los contaba el teléfono. Luego empecé a correr también. Necesito tener aire y los músculos a disposición porque no me puedo detener un minuto. Creo que el público lo tiene que ver más de una vez porque es tanto lo que ocurre en el escenario que con una sola vez no alcanza para captar todo. Es una historia muy hermosa de solidaridad, de amor, de cuidado por el otro, de ternura.

-Tenés 70 años. ¿Cómo te llevás con el número?

-Bárbaro. Me llevo bárbaro porque me siento muy activo. El día de mi cumpleaños, que fue el 28 de enero, me saqué fotos y me hice unos videos en el Parque Chacabuco hamacándome en las hamacas de los pibes. Yo gritaba: “¡Cumplo 70 años!”, desde la hamaca. Tengo cuatro nietos, voy a jugar con ellos y me divierto mucho. No me pesa eso. Es un dato de la realidad temporal pero que no determina lo que hago o lo que siento que quiero hacer. Me cuido mucho y hace 20 años que no fumo, no tomo alcohol, hago homeopatía. Eso lo empecé a hacer a los 50 y mi cuerpo me responde. Nadie me da la edad que tengo. Incluso estoy en el peso que me corresponde por la altura.

-¿Cómo te pega la palabra abuelo?

-Me encanta, me divierte. Me dicen el abu Edi. Al contrario: me da mucho placer y satisfacción decir que soy abuelo y que tengo 70 años. No lo escondo. Para mí es un mérito estar como estoy a los 70. No me pesa y lo llevo adelante con mucho orgullo. Tengo cuatro nietos: dos nenas y dos varones. Tienen 5, 4, 3 y 2 años.

-¿Son dos de cada hijo tuyo?

-No. Las dos nenas, Camila y Valentina, son nietas de mi mujer, Josefina, y los dos varones, Facundo y Mateo, son de mi hija mayor: Jimena. ¿Si la familia está ensamblada? No. Te voy a contar: tengo distintos matrimonios, mis hijas mayores son de una pareja y los otros dos son de otra mujer pero yo nunca fomenté la interrelación. Mi política como padre siempre ha sido manejarme de manera individual con cada uno de mis hijos. No juntarlos. Si cada uno me necesita, los veo pero jamás los obligué a relacionarse sino que dejé que cada uno hiciera lo que quisiera.

-¿Te resultó bien esa fórmula?

-Sí. Me dio muy buen resultado y juntarlos obligadamente o por una cosa cultural, podía traer problemas. ¿Viste que hay familias que se juntan por compromiso para las fiestas pero en realidad no tienen ganas de verse? Bueno, no me parecía que tenía que forzar nada. Lo hago también como abuelo: fortalezco el vínculo con cada uno sin cruzar a nadie. Me interesa que cada uno sepa que se puede comunicar conmigo cuando quiera y de la forma que sea pero que cada cual haga su vida como quiera. Por eso no soy de proponer ensamblajes.

-¿Cuánto tiempo llevás con Josefina en pareja?

-Estamos hace 17 años. La conocí estando separado y con cuatro hijos de mis dos matrimonios anteriores y pensaba que se había terminado todo a nivel amor de pareja para mí. No creí que iba a volver a reincidir y sin embargo la vida me puso a Josefina en el camino y te puedo decir que es el momento más feliz que yo recuerdo. Será porque es el presente, no lo sé, no me lo pongo a pensar. Pero sé que me siento muy feliz con ella y que verdaderamente es la etapa más linda que me tocó vivir. Todo se puso más lindo desde que estamos juntos y se potenció con la aparición de los nietos. El status de abuelo me fascina.

-¿Los ves seguido a tus hijos?

-Siempre. Una de mis hijas vive en Londres y estuvo de visita hasta hace poco aquí en Buenos Aires. Mis dos hijas mayores se llaman Jimena y Micaela, tienen 42 y 41 años y son de mi relación con Hercilia, una psicóloga que ya falleció. Y con Noemí Alan tenemos a Lara y Jano, de 32 y 26 años. Con Josefina nunca tuvimos el plan de tener hijos porque nos conocimos en otra etapa de la vida y disfrutamos de nuestros nietos. Ella tiene dos hijos de edades parecidas: una de 37 y otro de 30. La mayor le dio dos nietas y estamos en otro plan.

-Josefina es abogada, ¿y hace arte también?

-Sí. Josefina pinta muy bien y ejerce con mucho éxito su profesión de abogada. Además, ahora está haciendo un programa de radio en Radio Zónica por internet. Decidimos armar nuestro lugar que se llama La casa de Moreira y ahí doy clases y ella pinta. Ese es nuestro hijo del arte pero biológicos ya tenemos una banda: seis hijos y cuatro nietos más los que van a venir porque esto no va a parar. Estamos muy contentos con nuestra familia.

-Estás en armonía pero hace unos años tuviste una vida mediática más expuesta y escandalosa. ¿Qué te pasa cuando mirás esa etapa más turbulenta?

-Siempre hice lo que sentía y cuando me enamoré de Noemí Alan, me enamoré de Noemí y ella de mí. Tuvimos dos hijos y vivimos una pareja que duró diez años pero que lamentablemente terminó y no pudimos reconstruir ni rearmar el vínculo. Fue muy apasionado mientras duró y también fue muy apasionada la separación. Eso terminó y siento que fue una parte de mi vida como también recuerdo a la pareja anterior, que fue primera que tuve y me dio dos hijas. Qué se yo, recuerdo esa etapa con simpatía. Hubo cosas que estuvieron bien y otras que no pero no me arrepiento de nada de lo que viví. Lo tomo como algo que formó parte de mi historia y así me relaciono con mis hijos también.

-¿Con Noemí tenés vínculo a través de tus hijos?

-No. Te repito: desde que nos separamos, mi vínculo siempre fue con los chicos pero con ella no se dio. Ni de parte de ella ni de parte mía. Tampoco lo forzamos. Ella tuvo un problema muy serio de adicción y hago referencia porque Noemí lo ha hecho público, y lo que te puedo decir es que una de las cosas que me ocupó a mí a pesar de estar separados fue de bancar y mantenerle la obra social para que ella estuviera cubierta porque sabía que tenía un problema serio. Después, una vez que uno se separa y se divorcia, las cosas cambian y el vínculo se termina. Nosotros estamos divorciados desde 2003; hace casi 20 años ya.

-¿Tenés ganas de volver a la tele?

-Tengo una película de la cual estoy estudiando el guión. En noviembre del año pasado hice una película que se llama El corresponsal para una productora que se llama Sombra Cine y aun no se estrenó. Parece que les gustó mucho lo que hice ahí y ahora me convocó el productor para ofrecerme la próxima película así que me parece que voy a camino a ser el actor fetiche de esta productora. Me mandaron el nuevo libro y la idea es rodarla entre junio y julio. El filme se llama Luces azules. Tengo ganas de hacer audiovisual porque teatro vengo haciendo ininterrumpidamente hace muchísimos años pero tengo ganas de volver más a lo audiovisual. Ahora va a salir un ciclo que hice por la Televisión Pública, Rebelados en blanco y negro, que es un proyecto muy ambicioso y con más de 70 actores. Son historias del estilo Situación límite. Sí, tengo ganas de hacer cine y tele. Siempre es lindo volver a la pantalla.

-Bueno, estás con mucho trabajo y eso es lo importante.

-Estoy sumamente agradecido por este momento tan lindo. Y quiero decirte que estoy admirado del talento que hay en Come from away porque todos los músicos, cantantes y actores son mega talentosos. No hay uno que desentone. Además, este espectáculo se ensayó antes de la pandemia y 10 días antes del estreno se cerró todo pero lo bueno es que se pagaron íntegros todos los contratos y eso es para agradecerlo. La directora y productora Carla Calabrese es de otro planeta. Con su marido estuvieron haciendo vuelos humanitarios durante la pandemia para llevar y traer gente de distintos lugares de Africa y Asia a Europa y ahora están haciendo lo mismo con los refugiados de Ucrania: llevan gente en un avión de línea para 200 personas que tiene el marido de ella, Enrique Piñeiro, y llevan refugiados de Ucrania a España de manera gratuita. Mientras en el teatro nosotros contamos una historia de ficción y solidaridad de un pueblo de Canadá, ellos al mismo tiempo con su avión están rescatado y salvando gente de la guerra. Esto te habla de su calidad humana y de personas con una escala de valores con una humanidad superlativa. Más allá de eso, el público va a escuchar y ver un espectáculo de un nivel internacional que los va a dejar con la boca abierta. Y todos van a querer verlo más de una vez, acordate lo que te digo.

Por Nicolás Peralta